Entre el estrés del día y la angustia de la noche. Avocados a la pérdida de una utopía. Ya entonces las calles estaban hechas para no reconocernos. Hoy la monotonía es la misma, el balanceo es constante y siempre en el mismo sentido. Paciencia, hay quien dice, mientras el tiempo se funde en olvido. El mirarnos las caras huele a rancio, pero no dejamos de mirarnos, es un olor característico, nos reconocemos: El mismo estrés, la misma angustia. Los mismos días, las mismas noches. Dar un giro de 360º para chocar con la espalda. Y vuelta a empezar. Se hace difícil resolver el misterio, salir del círculo de sillas. Con pies de plomo intentando alcanzar la luna. Tras un encuentro buscando la oportunidad, que sabemos, existe.
¿De que estamos hechos sino es de rabia? Pero la rabia no es suficiente,
hace tiempo que nos hemos dado cuenta de ello. Deslizamos sin embargo por las
grietas, por las fisuras incompletas de una casa que se nos derrumba. Cinismo y
desprecio, miserias de una norma que acusamos de ser la culpable de nuestro
odio colectivo. Y hasta ahí, después del odio no hay nada, nada por lo que
luchar. El cielo de las fábricas ya es otra cosa. Se hace difícil resolver el
misterio, salir del círculo de sillas. Los sentidos se confunden. Que no nos
vean llorar.
En la garganta el grito se abre paso. Estalla desde el búcaro fragante de un viejo dolor desorientado. No es más que
una plétora de lamentos. ¿Y mientras
tanto?, ¡Ay! Mientras tanto. La locura es el único alimento, las fronteras el paliativo de cada día, y cada noche saluda
a un nuevo indigente. Se hace difícil,
sí, resolver el misterio, salir
del círculo de sillas.
Hemos de conservar la razón más allá de la carne cautivada, y seguir
pensando con palabras de los días venideros, más justas, más humildes, más
sabias. Quizás la contradicción sea una pista. Empecemos por el
principio: Contra la arrogancia propia del sectarismo. Apretando los dientes. Para perder el miedo a
equivocarse, a dar rodeos, a llegar a callejones sin salida.
Que la furia dé
nombre a las cosas. Que el juicio las
envuelva y se las lleve en su curso. Que la violencia genere un ritmo que la moral
no la condene. Que el encuentro desate
la ferocidad del mundo.
Su memoria.
Porque el momento es ahora, fue
ayer y será mañana, eso lo decidimos nosotras, tan pronto como nos pongamos a
ello.