viernes, 8 de octubre de 2010

La Concejala nazi de Suecia


Cuando señores como Stiglizt o Clinton hablaban y proclamaban las maravillas del mundo globalizado en el que ahora vivimos, olvidaron tener en cuenta un pequeño detalle: los ciudadanos de los países ricos.

El día 22 de septiembre aparecía en el periódico El Mundo, bajo el apelativo de “El zoo del siglo XXI” un artículo sobre el nuevo concejal elegido en un pequeño pueblo de Suecia. Este nuevo miembro político resulta ser de ideología nazi y afirma cosas como: “Toda persona de herencia genética y cultural occidental, que es la del sueco étnico, podrá ser ciudadano sueco. Nuestra supervivencia exige un espacio vital étnicamente homogéneo.” Y van los del El Mundo y se echan las manos a la cabeza (sobra decir que con ellos también lo harían los de El País y otros muchos medios de comunicación) y me pregunto yo, ¿pero de qué se sorprenden?

En primer lugar valga la aclaración de que para nada estoy de acuerdo con el individuo sueco llamado Curt Gebel Höglund, pero tampoco les doy la mano a los medios de comunicación que tan horrorizados parecen estar.

Durante las últimas décadas tanto los medios de comunicación, como los políticos, si es que puede hablarse de ambos por separado, no han parado de motivarnos e incentivarnos para trabajar hacia un mundo más global, más interconectado.

La globalización ha traído grandes comodidades a nuestras casas: acceso a electrodomésticos de alta gama, coches de lujo en familias mediocres, ropa barata y de temporada, vacaciones en la otra punta del mundo…pero toda moneda tiene dos caras.

El acceso a este gran mercado de bienestar ha estado basado en la explotación continua de otros países y continentes. Hemos explotado sus recursos, sus familias, sus niños, en fin, hemos echado mano de todo aquello que nos venía bien. y…¿cuáles han sido las consecuencias? Muy fácil: países destrozados, familias rotas y unos flujos de migración nunca antes registrados.

Vienen a nuestros países en busca de lo que no hay en los suyos, y cuidado, no es que no lo haya por que nunca estuvo o porque son tan tontos que no saben cómo hacerlo, no lo hay porque, en la mayoría de los casos, se lo hemos robado.

Por todo ello ahora se nos inundan los hospitales de moros, las calles de sudacas y los refugios de rumanos. Y claro, el ciudadano de a pie, que poco entiende de robos y globalización y que bastante tiene con trabajar 10 horas la día, se hace caquita en los pantalones. Se ve amenazado por lo desconocido y vota al más nazi, al que más convencido está de cargarse la extraño. Y van los listos y se horrorizan en los periódicos y las televisiones.

Pues permítame decirle señor, que en vez de tanto horrorizarse, debería emplear su tiempo en explicarle a la sociedad primer mundista que detrás de sus coches baratos o su ropita de temporada están los chinos que se hacinan en la tienda de debajo de su casa y en la que no se atreven a entrar o las ecuatorianas que trabajan como camareras en el que antes era el “bar de toda la vida” y que ahora tan poco le gusta.

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